El Jardín
Lastimada y herida pensó que no podría seguir sin su amor...
Pero un día el sol la iluminó y se dio cuenta que la vida es muy hermosa para vivirla triste.
Decidió luchar por ella misma, decidió empezar una relación con su propio Yo, con su interior, con esa niña asustada.
Al principio de la relación fue difícil, descubrió lugares inhóspitos e indescifrables en su jardín, lugares áridos, noto como la tierra de su patio estaba quebrada y con cicatrices.
Pero un día, cuando el rayo de luz reflejo en sus hermosos ojos apagados, decidió darle vida a esa tierra árida.
Comenzó a remover cada espacio del jardín, se encontró con piedras, desechos que no servían, espinas y mucha hierba mala. Tenía que sacarla con mucho cuidado para no seguir lastimándose, y pues así fue... Lo hizo con paciencia a pesar de encontrarse con muchos baches, lo siguió intentando una y otra vez, se cayó, se lastimó, pero también supo disfrutar del momento.
Había días en dónde al sacar esa hierba mala comenzaba a respirar mejor, se sentía con mayor energía, cada vez el jardín iba tomando forma y color.
Pero...un día desistió y dejó de intentarlo, salió al patio muy enojada y triste porque no veía los cambios.
Al echarse en el suelo para llorar desconsoladamente ve una hoja verde viva y brillante debajo de la última piedra. En ese momento secó todas sus lágrimas y decidió no darse por vencida, ella realmente quería amarse, por eso siguió la lucha.
El día estaba espléndido, el sol brillaba como nunca había brillado y así emprendió el camino nuevamente.
Inicio regando el jardín por completo, esparció semillas en toda la tierra, y claro, el sol hacía su magia, dándole forma y calor a este pequeño espacio que iba tomando vida.
Al día siguiente, cuando se despierta sentía que su corazón latía como nunca lo había hecho, podía respirar mejor, se sentía alegre, quería bailar, cantar, TODO. El cansancio que llevaba en su interior había desaparecido.
Cuando sale al patio, no podía creer lo que había sucedido, todo había crecido, cada planta relucía por su color y firmeza, el pasto era una alfombra verde y esponjosa, las flores habían perfumado todo el lugar, y al respirar profundamente sus pulmones se llenaban de aire puro.
Desde entonces, esa niña asustada salió de su cajita, salió a disfrutar de todo lo que le estaba regalando la vida. Y por fin sus ojos comenzaron a brillar de una manera radiante y única.
Por Agus Sánchez
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