El impulso habla y el saber lo calla

Casi que puedo sentir cómo se evapora de mi cuando mi boca calla lo que mi cuerpo siente.

Me queman por dentro las palabras sin decirse, mi garganta se endurece atajando torpemente mis ideas queriendo salir. Es un eterno duelo entre encajar y querer pertenecer a uno mismo.

Es incómodo ser coherente viviendo en la incoherencia.

¿Cómo se hace para escuchar y dejar pasar? ¿Cómo se hace para no dejarse afectar?

Es muy difícil definirme marcando los límites del afuera.

Es muy difícil entender que no es mío ese afuera.

Es la sensación de estar viendo y no poder moverme.

Una contradicción que pesa y me hunde, despierta mi lado menos humano porque mi instinto de supervivencia defiende con uñas y dientes los conceptos que yo creo míos.

“Que yo creo míos”.

El impulso habla y el saber lo calla.

¿Hasta dónde me puedo expresar sin pisar tu propio proceso? Sin intervenirlo, mezclarlo e intentar adaptarlo para que funcione exactamente a la par que el mío.

Cansa y agota intentar luchar para que mi verdad sea la verdad.

Muchas veces creí que el silencio avala, hoy confío que el silencio muchas veces respeta un pensamiento diferente al suyo, dejándolo moverse sin juzgarlo, dejándolo desparramarse arriba de la mesa sin que alcance siquiera a manchar el mío.

Ser coherente viviendo en la incoherencia, de eso se trata, mi autenticidad, hoy.

Siendo y dejando ser.

Entendiendo los procesos de cada alma, escuchando más allá de lo que se dice, sabiendo que, si quizás hubiese vivido lo mismo que aquel ser, estuviese diciendo lo mismo que hoy mi corazón aborrece.

Es cansador, agotador, duele desde adentro callar el ego inmenso queriendo tener razón.

Pero una vez mi sabio abuelo me dijo “para ser feliz hay que hacerse el boludo al menos tres veces al día”. Hoy sonrío ante su legado y lo entiendo.

Mi autenticidad es mía,

y no se trata de difamarla sino de sentirla y de a poco empezar a vivirla.

Male Piñeiro