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El mounstro asustadizo

El monstruo que vivía abajo de mi cama se hizo mi amigo. Lo odiaba mucho, tanto

que lo amaba. Me asustaba que esté pero ya nos habíamos acostumbrado,

ya teníamos una rutina; una rutina del terror, pero en fin, rutina.

Predecible y conocida rutina.

Me asustaba más que no estuviera.

Una tarde, el monstruo me convenció de dejar de salir de casa. Me daba un poco

de ternura, lo que pasa es que él estaba preocupado por mi... decía que había

muchos peligros afuera, peligros desconocidos. Me asusté y le hice caso,

quién sabe qué podía haber afuera, mejor quedarme adentro de casa donde

sabía con qué me iba a encontrar.

Miraba la tele todo el día, dibujaba, pintaba, cocinaba, en pijama todo el día.

El monstruo estaba horrorizado, lo escuchaba retorcerse debajo de mi cama.

Me daba un poco de ternura pobre, él estaba preocupado...

¿qué tal si me encontraba con algo que me lastime en la tele, o en el dibujo, o en

la pintura? ¿Qué tal si yo salía herida? ¿Qué tal si él me perdía? Le pareció

mejor que no salga de la cama, fuera de ella había peligros inimaginables.

Un día también le pareció que el pijama podría herirme, pues nos alejaba a una

tela más de distancia... pero fue el colmo. El no sufría el frío pues así era el

hábitat que había elegido como hogar, frío y oscuro. Pero yo me moría de frío

sin mi pijama, así que salí de la casa dando un portazo. Me senté en la vereda

y pasaron cosas inimaginables, impredecibles: pasó una mariposa volando,

marchó una familia de hormigas, e incluso unos cuantos niños anduvieron

en bici alrededor, gritando y riendo...

Que miedo estar ahí afuera, sola, sin saber... pero era un miedo distinto,

un miedo menos oscuro. Mamá y papá me llamaron por teléfono, ellos

también estaban preocupados. Me dijeron que era muy peligroso que esté

ahí, que por qué no entraba y mejor no salía nunca más, como ellos, que viven

con su monstruo que los protege de todos los males de lo desconocido.

Yo les conté de las maravillas que había afuera, también les dije que estaba bien,

que me daba mucho miedo pero también me sentía viva. Espero que mamá

y papá se animen a salir un rato también.


Aprendí que quién dijo que "mejor malo conocido que bueno por conocer"

tenía un monstruo abajo de la cama también, uno muy asustadizo; aprendí

que mejor desconocido.

Da miedo y puede ser peligroso, pero también puede ser enriquecedor, liberador

y sorprendente. Incluso me hice amigas, ellas no son monstruos pero todas

han conocido a uno, eso tenemos en común; eso y la valentía de haber dejado

el monstruo abajo de la cama; eso y haber salido.

Incluso me hice un amigo, o amigovio... el tampoco era un monstruo,

era muy aventurero; no tenía tanto miedo, decía que mejor pensar que las cosas

malas pueden pasar o también no pasar. Aprendí que no saber no está tan mal.

Aprendí que el miedo es necesario y es omnipresente, pero qué hacer con él

es una historia que aún no fue escrita y todos tenemos el poder de cambiar

el final.


Laura Gerakios

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